Título: Zonas climáticas locales y uso de suelo en Torreón
Autor: Jorge Villanueva Solís
ISBN: 978-607-506-393-5
Fecha de publicación: Septiembre 2020
Editorial: Celsa impresos
Universidad Autónoma de Coahuila
Libro PDF: ZonasClimaticas.pdf
Introducción: En un par de años se cumplirán tres décadas de abordar el tema del cambio climático en la agenda internacional, sin duda, en este tiempo se han dado avances importantes principalmente en el ámbito de la ciencia. Sin embargo, hace falta un extenso y sinuoso camino por recorrer, así lo refieren las publicaciones sobre el tema al mencionar con frecuencia la necesidad de colaboración internacional y al interior de cada país entre sus distintos niveles de gobierno y el sector privado. Es bajo esta mirada, que la ciudad adquiere constantemente mayor importancia ante la necesidad de una solución climática, de tal manera que instituciones como ONU-Hábitat y el Banco Mundial consideran a los centros urbanos como parte vital de la respuesta global al cambio climático. Ante este panorama, desde los aportes de la ciencia se continúa trabajando con el objetivo de conocer con mayor precisión las contribuciones de las ciudades a las emisiones de gases efecto invernadero (GEI), pero también, para contribuir en el diseño de estrategias de mitigación y adaptación para las áreas urbanas y su población, sobre todo la más vulnerable.
Además de las instituciones mencionadas, existen compromisos internacionales en los que México se ha sumado, tal es el caso de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, mismos que son instrumentados a través de la agenda 2030, en este marco internacional de diecisiete objetivos, el décimo tercero está orientado a adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos, fortalecer la resiliencia y la capacidad de adaptación a los riesgos relacionados con el clima y los desastres naturales, incorporando medidas relativas al cambio climático en políticas públicas y planes de desarrollo. Para lograrlo, reconoce la necesidad de mejorar la educación, sensibilización y la capacidad humana e institucional respecto a la reducción de los efectos del cambio climático, a través de la mitigación y la adaptación y con ello contribuir en la promoción de mecanismos para aumentar la resiliencia planificada.
Otro instrumento internacional de reciente publicación, en el que se articula lo antes expuesto en el ámbito urbano, es la Nueva Agenda Urbana, en ella se reconocen ambos extremos de los asentamientos humanos, por una parte, identifica que las ciudades enfrentan amenazas sin precedentes en su contexto ambiental, pero también, resalta su papel fundamental en la economía mundial. Es por esta dicotomía, que la agenda promueve acelerar los esfuerzos de mitigación y adaptación relacionados con el cambio climático, y para ello recomienda, observar la forma en que se gestiona la ciudad y utilizar sus procesos de planeación urbana y ordenamiento territorial para integrar estrategias orientadas a reducir la vulnerabilidad climática, estrategias que deberán considerar sobre una base de resiliencia aspectos como: las emisiones de GEI, el diseño de servicios e infraestructura, construcciones, edificios y espacio público.
En el momento en que se reconoce la dualidad en la que se ubican las ciudades ante los impactos del cambio climático, no sólo se observa su fragilidad o bien fortaleza ante el problema, también, se admite la escala en la que se debe investigar para proponer posibles soluciones. La ciudad es producto de las complejas interacciones sociales y los procesos de urbanización resultantes, y la urbanización a su vez, modifica las condiciones naturales del territorio y con ello las condiciones del clima local.
El clima urbano pertenece a los denominados climas de capa límite, debido a las características que adquiere la atmósfera sobre las ciudades y su relación directa con la cobertura y usos del suelo (Oke, 2006). Un fenómeno del clima urbano es el efecto de isla de calor urbana (ICU), una característica del clima en las ciudades que ha sido documentado ampliamente en la literatura, generalmente descrito como la diferencia de temperatura entre un área urbana y la zona rural circundante. Esta alteración del clima urbano se ha estudiado por más de 200 años (Oke, 1973; Mills, 2009) y continúa siendo un tema de interés actual.
La magnitud de la ICU se cuantifica convencionalmente a través de su intensidad, esta se define como la diferencia máxima entre la temperatura del aire urbana y el entorno rural circundante (Oke, 1973). Sin embargo, estudios como el de Stewart y Oke (2012); Unger et al., (2014) y Alexander y Mills (2014) hacen referencia que al analizar los datos de estaciones meteorológicas se identifican dos clases de problemas: por una parte, la interfaz urbano-rural es compleja y el límite siempre es confuso. Por otra, los datos de temperatura del aire obtenidos de distintas estaciones meteorológicas al interior de la ciudad registran diferencias en los valores máximos entre lo urbano y lo rural, esto se debe a las características termodinámicas distintivas de los materiales utilizados en la superficie urbana, lo cual dificulta comparar los resultados en las ciudades.
Considerando lo anterior, se puede entender que los procesos urbanos que inciden en el clima se vinculan tanto a la forma como a la función de las ciudades. De esta manera, la forma urbana describe aspectos de la cobertura del suelo y su morfología, mientras que la función determina las diversas actividades en la ciudad, ambas están correlacionadas y producen un paisaje urbano heterogéneo. En este sentido, los estudios realizados en las últimas décadas sobre los impactos del proceso de urbanización sobre el clima de las ciudades; han permitido el desarrollo de una variedad de modelos de clima urbano, con variaciones en su enfoque y sofisticación matemática, estos modelos requieren de parámetros de carácter físico del paisaje urbano para cumplir con sus funciones de simulación del entorno urbano. (Oke, 1982; Arnfield, 2003; Coutts et al., 2008)
Con la finalidad de mejorar la efectividad al medir la magnitud de la ICU y facilitar su comparación en ciudades de todo el mundo, Stewart y Oke (2012) desarrollaron un esquema de clasificación denominado zonas climáticas locales (por sus siglas en inglés LCZ), comprende 17 clases basadas en propiedades de cobertura superficial, estructura, materiales y actividad humana. Cada clase describe un tipo construido o un tipo de cobertura natural del suelo. Además, el esquema de clasificación toma en cuenta las propiedades geométricas, de cobertura de superficie, térmicas, radiativas y metabólicas, que hacen que cada tipo de LCZ sea único entre los demás. De tal manera que la clasificación de LCZ proporciona una fragmentación disjunta y complementaria del paisaje que cubre las principales formas urbanas y los tipos de cobertura del suelo (Stewart y Oke, 2012; Bechtel et al., 2015). Por consiguiente, utilizar la clasificación de LCZ ofrece la ventaja de analizar la intensificación de la ICU a través de las distintas características del tejido urbano a diferencia de sólo comparar lo “urbano” con lo “rural”.
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